Exposición en honor al creador nacido en la ciudad de México
Marcos Huerta: el dibujante en 40 rostros

La muestra incluye cerca de 40 dibujos del artista que hizo carrera en la ciudad.

 

 

Además del rostro masculino, los animales son elementos recurrentes en la obra de Marcos Huerta. “... y sin embargo, la relación era casi normal” es un ejemplo de ello. Foto: Rafael del Río

 

 

8-Octubre-06




La historia dice que Marcos Huerta nació en la ciudad de México, en 1939, y que estudió en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se trasladó a Guadalajara en 1980 y, obedeciendo a la sentencia, llegó para quedarse. “Cuando estaba despegando se vino a vivir para acá. Todo su desarrollo plástico, donde se caracterizó por el buen manejo del dibujo y un estilo preciosista, casi europeo, lo construyó aquí”, dice Paco Barreda, director de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura de Jalisco. Por esta razón, el Festival Cultural de las Fiestas de Octubre se dio a la tarea de reunir algunas piezas del dibujante, muestra que, con el título In memoriam. Marcos Huerta (1939-2003), se exhibe desde el viernes en la planta baja del ex convento del Carmen.

Marcos Huerta, en persona, da la bienvenida a la exposición, sin que se trate de acto de espiritismo. Con la pieza “Autorretrato”, el dibujante parece dar a entender que, para ver la muestra, es necesario quitarse las máscaras, por muchas que éstas sean. Una vez traspasada la frontera se entra en la caverna que el poeta Jorge Esquinca, en su poema “Marcos Huerta, 2000 D.C.”, describe como el origen de los dibujos del creador. “Un trazo al hombre en la caverna. Desde su cercada soledad, un hombre mira nacer el fuego. En las sombras que bailan, en lo abierto de las sombras, sobre la roca, las llamas dibujan móviles siluetas, visiones”.

La muestra recopila la obra que Marcos Huerta realizó entre los años 1975 y 1992 y, aunque algunos dibujos fueron hechos en Europa, Ricardo Duarte, director del Museo Raúl Anguiano, señala que el artista “forma parte de la historia de la plástica de Jalisco porque fue un gran dibujante, con una notable calidad que logró fusionar una amplia gama de grises”. Un ejemplo: el cuadro “La máscara”, donde el lápiz da forma al rostro de un hombre con cabeza de ave, utilizando prácticamente toda la escala de grises.
En la exposición de Marcos Huerta hay magia, con prestidigitadores que aparecen conejos delante del espectador. También hay espacio para la angustia, la muerte y, ¿por qué no?, el sexo: la serie Eromanía presenta cuerpos femeninos que nacen de la cabeza del protagonista, se acarician, pasean delante de él, ante su mirada vacía. “Los personajes de Marcos Huerta nos miran sin fijarse siquiera en nosotros. Nos miran porque les regalamos nuestra vista de manera casi automática”, dice el texto que presenta la exposición. Y es que muchos de los cuadros de Huerta presentan al hombre, o al niño, con los ojos completamente en blanco.

En los casi 40 dibujos que conforman la muestra impera el rostro de un hombre barbado. Paco Barreda explica que “su trabajo siempre estuvo relacionado al rostro del hombre, pocas veces exploró otro tema. A lo mejor esa propuesta lo encasilló y lo limitó un poco, aunque al final de su carrera experimentó con formatos más grandes y con mucho color”. Otro de los cambios en la obra de Huerta, agrega Barreda, fue la inclusión de elementos geométricos. La serie Alegoría, integrada por cuatro dibujos, da cuenta de ello. Una innumerable cantidad de líneas se congregan para crear diversos paisajes. “La línea fluye, se desliza, se atora, continúa, se vuelve, se revuelve y termina dibujando un sueño que no existe y ya existe en la línea, la línea, la ...”, escribió el propio dibujante en “Alegoría III”.

“Definitivamente, Marcos Huerta dejó una gran enseñanza del dibujo como técnica. Nos dejó un legado patrimonial y, sobre todo, un ejemplo de tenacidad. Es importante la labor de reconocer y rescatar a los artistas que han sido significativos para la plástica en Jalisco”, señala Ricardo Duarte. Una vez que se sale de la cueva descrita por Jorge Esquinca, es menester ponerse de nuevo la máscara ante el primer cuadro de la muestra. Pero siempre quedará, al menos durante un mes, la alternativa de despojarse de ella y adentrarse en las líneas-sueños de Marcos Huerta.

 

 

 

Guadalajara. Édgar Velasco Barajas